Rocío Verdejo hace del encuentro de la vida y la muerte el leit motiv de su poética. La artista parece haber hecho suyas las palabras de André Breton acerca de una posible definición del surrealismo: Todo conduce a pensar que hay un cierto punto del espíritu donde la vida y la muerte, lo real y lo imaginario, lo comunicable y lo incomunicable dejan de percibirse como contradicciones. Y así ha venido siendo en sus fotografías.

Esa suerte de pulsión de muerte que inunda sus piezas ha virado desde la pertinaz pesadilla y lo traumático de episodios que marcan el recuerdo, la existencia e incluso que condicionan la propia identidad, expresados todos ellos con dramatismo, desasosiego y sobriedad, al tiempo que con una innegable paz y belleza, especialmente en Quietud, hasta, como ocurre en Las matemáticas de Dios no son exactas, su serie actual, la más sofisticada escenificación de la relación con la muerte en lo cotidiano que invita, a diferencia de series anteriores, a trocar el sobrecogimiento hacia la irremediable finitud por cierta sonrisa originada por la ironía.

Juan Francisco Rueda, 2012